Voluntariado con adolescentes en la protectora

Llegamos a la última entrega de la serie de artículos explicando nuestra experiencia impartiendo una situación de aprendizaje en un instituto de Educación Secundaria Obligatoria. Cerramos esta formación con una jornada de voluntariado con los adolescentes en la protectora.

 

Preparación de las jornadas y primeros pasos

Durante este curso, llevamos a cabo seis jornadas de voluntariado en la protectora con alumnado de dos institutos distintos. El objetivo era que cada estudiante pudiera completar entre diez y quince horas de colaboración activa, como parte de su participación en un proyecto educativo vinculado al bienestar animal.

Por razones logísticas y de seguridad, establecimos un máximo de quince participantes por sesión. Mientras que la primera jornada se organizó con alumnado de un solo centro, las siguientes combinaron estudiantes de ambos institutos, fomentando así la convivencia y el trabajo en equipo. A diferencia de las jornadas de team building con empresas que solemos realizar (más puntuales y con grupos únicos), en este caso los adolescentes volverían al refugio en más de una ocasión, lo que abría la posibilidad de realizar tareas variadas y más complejas.

 

Expectativas, dudas… y una sorpresa

La verdad es que, antes de empezar, teníamos muchas dudas. Nos preguntábamos si se tomarían la experiencia en serio, si seguirían las normas, si les resultaría interesante o si supondrían una carga para el equipo de la protectora. Nunca antes habíamos tenido un grupo tan numeroso de adolescentes colaborando con nosotros, así que era lógico tener cierta incertidumbre.

Pero todas esas dudas se disiparon desde el primer día. La jornada empezaba a las 10:00 y, a las 9:55, ya estaban todos allí, preparados, puntuales y con muchas ganas. Era su primera visita al refugio y, sin embargo, mostraron una actitud ejemplar desde el minuto uno.

Una actitud ejemplar y compromiso real

A lo largo de las distintas sesiones, su comportamiento nos sorprendió para bien. Lejos de sus tutores habituales, en un entorno completamente nuevo y con normas claras, respondieron con respeto, paciencia y mucho compromiso. Como es natural, hubo momentos de distracción o alguna que otra broma, pero siempre dentro de un ambiente sano, propio de cualquier grupo voluntario.

La implicación fue creciendo con cada jornada y lo vimos reflejado en cómo asumían las tareas, preguntaban dudas o incluso mostraban iniciativa.

Las acciones que realizaban eran variadas: limpieza de jaulas, zonas de gatos, organización del almacén, retirada de residuos y, por supuesto, paseos de montaña con los perros. Muchos de ellos, en apenas dos jornadas, ya habían creado un vínculo con algún animal del refugio, y nos pedían volver a pasear al mismo. Fue emocionante ver cómo, poco a poco, dejaban de ser simplemente estudiantes participantes para convertirse en voluntarios comprometidos. Aunque su presencia requiere atención y supervisión (por ser menores de edad), su ayuda compensa con creces.

 

Impacto y futuro del voluntariado con alumnado

Al finalizar el bloque de voluntariado, más de un tercio de los estudiantes manifestaron su intención de regresar al refugio por cuenta propia. Según nuestra valoración, casi la mitad de ellos podría desenvolverse con bastante autonomía con tan solo dos o tres sesiones adicionales. Además, ya estamos hablando con algunos que quieren realizar su trabajo de investigación de la ESO sobre temáticas vinculadas al bienestar animal.

Esta experiencia nos ha dejado una cosa clara: el voluntariado con adolescentes no solo es posible, sino muy enriquecedor para ambas partes. Por eso, esperamos poder repetirla muy pronto.

Nuestro deseo es que estos chicos y chicas se conviertan en pequeños altavoces de la importancia de tener un vínculo sano y respetuoso con los animales de compañía, y que esta semilla que hoy plantamos siga creciendo en su día a día.

¡Lee todos nuestros posts!

Voluntariado con adolescentes en la protectora

¿Puede un grupo de adolescentes convertirse en un equipo de voluntariado comprometido? Te contamos cómo fue nuestra experiencia con estudiantes de secundaria en la protectora: desde las dudas iniciales hasta los vínculos que crearon con los animales. Una historia real que demuestra que el cambio también empieza en las aulas.

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Preparación de las jornadas y primeros pasos

Durante este curso, llevamos a cabo seis jornadas de voluntariado en la protectora con alumnado de dos institutos distintos. El objetivo era que cada estudiante pudiera completar entre diez y quince horas de colaboración activa, como parte de su participación en un proyecto educativo vinculado al bienestar animal.

Por razones logísticas y de seguridad, establecimos un máximo de quince participantes por sesión. Mientras que la primera jornada se organizó con alumnado de un solo centro, las siguientes combinaron estudiantes de ambos institutos, fomentando así la convivencia y el trabajo en equipo. A diferencia de las jornadas de team building con empresas que solemos realizar (más puntuales y con grupos únicos), en este caso los adolescentes volverían al refugio en más de una ocasión, lo que abría la posibilidad de realizar tareas variadas y más complejas.

 

Expectativas, dudas… y una sorpresa

La verdad es que, antes de empezar, teníamos muchas dudas. Nos preguntábamos si se tomarían la experiencia en serio, si seguirían las normas, si les resultaría interesante o si supondrían una carga para el equipo de la protectora. Nunca antes habíamos tenido un grupo tan numeroso de adolescentes colaborando con nosotros, así que era lógico tener cierta incertidumbre.

Pero todas esas dudas se disiparon desde el primer día. La jornada empezaba a las 10:00 y, a las 9:55, ya estaban todos allí, preparados, puntuales y con muchas ganas. Era su primera visita al refugio y, sin embargo, mostraron una actitud ejemplar desde el minuto uno.

Una actitud ejemplar y compromiso real

A lo largo de las distintas sesiones, su comportamiento nos sorprendió para bien. Lejos de sus tutores habituales, en un entorno completamente nuevo y con normas claras, respondieron con respeto, paciencia y mucho compromiso. Como es natural, hubo momentos de distracción o alguna que otra broma, pero siempre dentro de un ambiente sano, propio de cualquier grupo voluntario.

La implicación fue creciendo con cada jornada y lo vimos reflejado en cómo asumían las tareas, preguntaban dudas o incluso mostraban iniciativa.

Las acciones que realizaban eran variadas: limpieza de jaulas, zonas de gatos, organización del almacén, retirada de residuos y, por supuesto, paseos de montaña con los perros. Muchos de ellos, en apenas dos jornadas, ya habían creado un vínculo con algún animal del refugio, y nos pedían volver a pasear al mismo. Fue emocionante ver cómo, poco a poco, dejaban de ser simplemente estudiantes participantes para convertirse en voluntarios comprometidos. Aunque su presencia requiere atención y supervisión (por ser menores de edad), su ayuda compensa con creces.

 

Impacto y futuro del voluntariado con alumnado

Al finalizar el bloque de voluntariado, más de un tercio de los estudiantes manifestaron su intención de regresar al refugio por cuenta propia. Según nuestra valoración, casi la mitad de ellos podría desenvolverse con bastante autonomía con tan solo dos o tres sesiones adicionales. Además, ya estamos hablando con algunos que quieren realizar su trabajo de investigación de la ESO sobre temáticas vinculadas al bienestar animal.

Esta experiencia nos ha dejado una cosa clara: el voluntariado con adolescentes no solo es posible, sino muy enriquecedor para ambas partes. Por eso, esperamos poder repetirla muy pronto.

Nuestro deseo es que estos chicos y chicas se conviertan en pequeños altavoces de la importancia de tener un vínculo sano y respetuoso con los animales de compañía, y que esta semilla que hoy plantamos siga creciendo en su día a día.

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